Las cargas de la bodega
Cada barco tiene su bodega. Un espacio oculto donde se almacena lo que llevamos en el viaje. Las bodegas están diseñadas para transportar, no para acumular. Sin embargo, muchas veces dejamos que esa carga se quede ahí olvidada, lastrando el barco durante meses, años incluso.
Así ocurre también con nosotros: cargamos con miedos, culpas y recuerdos que no tiene sentido seguir llevando encima.
No todas las cargas son malas. Hay cosas que necesitamos en nuestro viaje: provisiones, herramientas, recursos que nos permiten avanzar. Pero hay otras que pesan, que no nos sirven y que, si no las soltamos, acaban pudriéndose en nuestra bodega, contaminándolo todo.
Por eso es necesario revisar regularmente la carga. Mirar qué es útil, qué es necesario y qué debe dejar atrás. Porque navegar con una bodega llena de peso inútil no solo ralentiza el viaje, sino que también pone en riesgo el barco. Y lo mismo pasa con nuestras vidas: esas emociones no procesadas, esas palabras no dichas, esos arrepentimientos que nos negamos a soltar, nos anclan al pasado y nos impiden avanzar.
Soltar no es fácil. Requiere valentía mirar ahí en esa bodega oscura, enfrentarse a lo que llevamos dentro y decidir qué ya no tiene lugar en nuestro viaje. Pero es necesario. Porque cuanto más ligeros somos, más libres nos sentimos para navegar, para buscar nuevos horizontes sin el lastre de lo que ya no importa.
Transportar lo que realmente vale es un arte. Saber qué cargas aportan significado y cuáles debemos soltar es una de las tareas más importantes en el mar. Al fin y al cabo, el propósito de la bodega no es almacenar eternamente, sino servir al viaje, facilitar el avance.
Recuerda: las tormentas no hunden un barco por lo que llevan dentro, sino por el peso inútil que cargan. Cuida tu bodega, revisa tus cargas y, sobre todo, no temas soltar aquello que ya no tiene sentido llevar contigo. Navegar es más fácil cuando solo llevas lo que realmente necesitas.